Señor Director:
Es en el ejercicio retórico propio de las democracias cuando dejamos la violencia para resolver nuestros conflictos a través de la palabra. Sin embargo, Hannah Arendt nos advierte que hay palabras vacías y otras que encubren intenciones.
Leer a quienes defienden el proceso constituyente deja la sensación de estar ante una retórica vacía, que en nada aporta a una toma de conciencia sobre los peligros que enfrentamos. Decir, como lo hace en su columna del sábado Francisco Vidal, que es necesario confiar en que los convencionales redactarán una Carta Fundamental “caracterizada por la mayor libertad, la mayor justicia social y el respeto a las diversidades”, es desconocer a cabalidad el fondo del octubrismo. Incluso si aceptamos su tesis sobre que fueron las multitudinarias manifestaciones las que dieron origen a este proceso —aunque ningún manifestante haya enarbolado consignas exigiendo una nueva Constitución— y no la violencia desbocada, el argumento del columnista es insostenible.
Este se resume en que la forma democrática del proceso respalda sus resultados. Ello equivale a decir que, por el simple hecho de haber cumplido con las formalidades requeridas, un matrimonio debe mantenerse para siempre. Hace ya un buen tiempo las sociedades entendieron que las apariencias, ilusiones y buenos propósitos no son suficientes para evitar una vida en la desgracia, por lo que se inventó el divorcio. Hoy, nadie obligaría a otros a mantener el vínculo matrimonial si atenta en contra de su integridad física y su felicidad.
Así las cosas y teniendo a la vista las propuestas aprobadas por la Constituyente, es hora de hacerse cargo del fondo del asunto, pensar seriamente en divorciarse del octubrismo y retomar la senda de la paz y el crecimiento.
Vanessa Kaiser
Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2022/02/27/95955/forma-y-fondo-del-octubrismo.aspx
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